LOS NUNCA IDOS
QUE REGRESAN DE LA CIÉNAGA A
LAS CAOBAS: UN MITO POR DECRETO.
(Artículo del Padre Santiago Hirujo* publicado en El Siglo, 27/9/1991)
La
historia se cuenta así:
En
una reunión en el Palacio Nacional, una alta personalidad eclesiástica comenzó a
proponer la búsqueda de una solución al problema de La Ciénaga. Y el presidente
Balaguer lo cortó, secante y categórico: “Delante de mí no se puede mencionar
La Ciénaga, porque yo la trasladé completa a Las Caobas, y ellos regresaron”.
Verdadera
o inventada, la historia revela un mito: El supuesto traslado de La Ciénaga a
Las Caobas, en los años 1977‐78. Y el cacareado regreso de sus habitantes,
desde las “higiénicas” casas de Las Caobas, a la inmundicia de La Ciénaga.
Mito
repetido sin rubor, y como dogma oficial, por el propio presidente Balaguer,
funcionarios y políticos, medios de comunicación, profesionales, religiosos, y,
en guaguas y corrillos callejeros, por gente de todo el arcoiris nacional. Y
blandido como el argumento último para no buscar una solución definitiva y humana
a un problema de tres décadas.

UN
MITO POR DECRETO
El
mito comenzó a forjarse en 1975. En septiembre de ese año el ciclón Eloisa
inundó, una vez más, La Ciénaga. Muertes, derrumbes, casas destruidas,
epidemias, y, el clamor nacional, parieron, el 22 de ese mes, el decreto Nº1337
del presidente Balaguer. En él se disponía el “traspaso de los residentes del sector
denominado “La Ciénaga” a un nuevo barrio que será construido por el Gobierno
Nacional en la ciudad capital”.
Inmediatamente,
y en el plazo de un día, el Cuerpo de Ayudantes de la Presidencia, hizo el
primer censo. En octubre fue chequeado y revisado.
Para
el 1977 se calcula que en La Ciénaga vivían 3,548 familias, con “más de 20,000
personas”. Para trasladar a esas 3,548 familias, el gobierno dispuso la
construcción de 1,500 viviendas en Las Caobas. De entrada faltaban más de dos
mil viviendas para alojar a todas las familias de La Ciénaga.
En
marzo de 1977, en plena campaña electoral, y con la Cruzada de Amor tratando de
mantener los votos, tradicionalmente reformistas, de esa zona, se realizó otro
censo. Ese censo “se llevó a cabo de un modo desconcertante y desorientador”, y
con él “no se prevé que haya mucha justicia”.
El
barrio se fue llenando de “gran temor y desaliento”. Porque ningún organismo
oficial mostró interés en el dialogar con las organizaciones del barrio, sino
era para imponer sus planes y acallar protestas”. Para acallar esas protestas,
el ingeniero Rafael Bisonó, uno de los constructores de Las Caobas, prometió ese
mismo mes, que “las viviendas de la urbanización serían entregadas únicamente
(*) a los moradores de La ciénaga, y no a personas extrañas como se ha estado
diciendo”. Y prometió la entrega de parte de las viviendas para mediados del
mes de abril. Un nuevo motivo de inquietud surgió en el barrio, en ese mes de
abril, cuando inspectores de Bienes Nacionales comenzaron a investigar la
situación “real” de cada familia. La idea era, según se denunció, que los
inquilinos tendrían que pagar 500 pesos como avance por la vivienda. Los que no
pagaran esa suma, se quedarían sin nada.
El
tres de mayo, cuando todo “todo parece precipitarse” para el desalojo, la
Comunidad Católica de La Ciénaga se queja de que, a año y medio del decreto,
aún no se sepa “cuándo y cómo y quiénes pasarán este desalojo”, que “no promete
ser el mejor y más justo”. Y teme “que todo sea decidido a última hora y los
problemas vayan a ser más difíciles de lo que se puede prever”.
El
golpe de gracia lega cinco meses más tarde. En octubre, el presidente Balaguer
visita, sorpresivamente, el barrio El Ancón (Lengua Azul), en la cabecera
“oriental” del puente Duarte. Y dispone, sin más, el traslado de todas las
familias de ese barrio al proyecto Las Caobas14 . En El Ancón había unas 900 familias.
Y vino el desalojo, por etapas. Que “fue peor ciclón que el de 1975”. Lo
ejecutó Bienes Nacionales, con su directora, Mariana Binet Mieses a la cabeza,
según confirma el P. Jorge Cela, quien trabaja desde hace 18 años en esa zona.
Y no por la Cruzada de Amor, como se afirma. El Ancón fue arrancado de cuajo.
En él no quedó ni una familia. Ni un rancho. Ni siquiera los perros. Se lo
militarizó para que nadie pusiera un pie ahí en lo adelante. Se lo arbolizó18.
Y catorce años después, es un hermoso y tupido bosque. Testigo ecológico de una
promesa no cristalizada en mentira y mito.
En
cambio, sólo entre 400 a 500, de 3,548 familias de La Ciénaga, fueron
trasladadas a Las Caobas, en todas las etapas de ese desalojo. En un traslado
hecho “con criterios discriminatorios e injustos, llevando a cabo un desmache”.
Es decir, sacando una familia de aquí, otra de allá, otra de más allá. Sin
ningún orden. Sin respetar ningún censo. Sin cumplir nada del decreto
presidencial y las promesas de los funcionarios del gobierno .
Más
de tres mil familias de La Ciénaga quedaban ahí en medio de lodo, de epidemias
y la muerte. Y ahora con otra muerte encima: la pérdida definitiva de la
posibilidad de una vivienda en la tierra prometida de Las Caobas. Pues Balaguer
perdió las elecciones del 16 de mayo del 1978 a manos del Partido
Revolucionario Dominicano. Y, en la debacle nacional del 16 de mayo al 16 de
agosto, todas las viviendas de la urbanización fueron repartidas. Muchas de
ellas, según se denunció, vendidas “a personas que nunca vivieron en el barrio
La Ciénaga”.
Y
es que el ciclón Eloisa “vino solamente a poner en evidencia” que los conjuntos
multifamiliares (saco sin fondo del derroche) no fueron construidos para alojar
a los miles de familias de los barrios marginados”.
LOS DESALOJADOS DEL MITO SIGUEN
GRITANDO
Muestra
del mítico desalojo “que nunca se realizó”24 durante los “doce años” del
presidente Balaguer, concluidos el 16 de agosto de 1978, es la carta que, el 27
de ese mismo mes y año, a 11 días de inaugurado el gobierno Perredeístas de
Antonio Guzmán, dirige la Junta de Vecinos de La Ciénaga a la administradora de
Bienes Nacionales, Frida Martínez de Espinal, exponiéndole la situación por la
que ha pasado nuestro barrio y la que en la actualidad sigue pasando”.
La
Junta pide “que se nos de una respuesta clara sobre qué solución se dará a
nuestra situación actual”. Sugiere que se haga un nuevo “censo de todos los
vecinos de La Ciénaga”, que se tome en cuenta el de septiembre de 1975 y
posterior a ése. Y “Solicita que el desalojo decretado y no llevado a cabo
completamente en el gobierno pasado sea mantenido, planificado y ejecutado”.

El
“Informe de las comunidades SJ” dice, en julio de 1978, que “El barrio sigue en
su sitio con más de 10,000 habitantes... esperando un desalojo que no llega”.
El
30 de septiembre de ese año, la Asociación de Moradores de La Ciénaga pide el
desalojo de esa zona, dado que “La Ciénaga es un pantano donde merecen vivir
únicamente los puercos”. Y da la cifra, poco confiable, de “más de cinco mil
familias de ese lugar”. Este pedido viene después del anuncio, hecho el 11 de
este mes, por el síndico del Distrito Nacional, Pedro Franco Badía, de “los
planes del gobierno para trasladar a otro lugar a los habitantes de La Ciénaga”,
tras el paso del huracán David y la tormenta Federico, a finales de agosto y
principios de septiembre. El traslado se haría, según se dijo, “al Norte y Este
de la ciudad”.
Pasó
el gobierno del presidente Guzmán (1978‐1982). Y, ¿por temor a romper el mito
balaguerista de una ciénaga desalojada?, dejó a los cienagüeros ahí. Como
excusa para otras campañas. Y para tomarlos en cuenta sólo “en los períodos
electorales”.
Pasó
el gobierno del presidente Jorge Blanco (1982‐1986). Y, ¿por temor a romper el
mito balaguerista de una ciénaga desalojada?, dejó a los cienagüeros ahí. Carnada
política para la próxima campaña electoral. Las elecciones del 1986 traerían de
nuevo al doctor Balaguer al poder.
Con
el Plan Indicativo de la Zona Norte de Santo Domingo. Y “el programa de
desalojo más grande de América Latina”, al implicar a “más de 15,000
familias... en contra de su voluntad”. Lo que constituye “graves brechas a la
ley internacional. Y representa “claras violaciones a los derechos humanos, en
particular al derecho a la vivienda”.
Desalojos
que casi cuatro años de iniciados, mantenían a “más de 8,000 familias... con
tres años sin casa, dispersas por la ciudad, gastando nuestros ahorros en
alquileres”, a la espera de la casa destruida y nunca entregada.
LOS NUNCA IDOS QUE REGRESARON
Pero
el mito de La Ciénaga desalojada ya “por lo menos tres veces” por el presidente
Balaguer35, tiene una segunda parte, inseparable y complementaria de la
primera: la del regreso masivo a ese lugar de las 3,548 familias que lo
habitaban antes del desalojo de solo entre 400 y 500 de ellas.
Esa
es “la creencia ‐infundada o no‐” que tiene “buena parte de la ciudadanía”.
Incluso,
“Algunas personas en el aparato oficial de la construcción” amplian ese
desalojo a Los Guandules. Y sostienen que... sus moradores (de Los Guandules y
La Ciénaga) ya habían sido trasladados a un barrio modelo en Las Caobas y
habían vuelto”.
¿Regresaron,
en verdad, esas familias a La Ciénaga?
Un
estudio de 1979 revela que los cienagüeros fueron ubicados, mayoritariamente,
en cuatro de las 44 manzanas que tuvo originalmente Las Caobas. Y que 25 de
esas familias habían emigrado a otros lugares, para la fecha del estudio.
“Contrario
a lo que opinan muchos, la mayoría de esas familias no volvieron a La Ciénaga”,
afirma Andrea Heyaime de Aristy, dirigente reformista, quien se atribuye el
haber trabajado en el desalojo de La Ciénaga junto a Emma Balaguer de Vallejo.
De
las que traspasaron o alquilaron las casas en Las Caobas, “algunas se
asentaron nuevamente en La Ciénaga”. Es la conclusión del estudio INVI‐OEA, ya
citado, en el que participó, al menos, uno de los técnicos que trabajó en el
proceso de desalojo de La Ciénaga.
El
padre Jorge Cela, con 18 años viviendo el vía crucis de esa zona, nos habla de
20 familias que retornaron. Y la directora de Bienes Nacionales, Mariana Binet
de Mieses, publica en la prensa nacional que, en abril de 1978, esa institución
“ha detectado...varios casos de traspasos de viviendas en Las Caobas por desalojados
de El Ancón y La Ciénaga”.
¿Cuántos
fueron esos varios casos? El mito‐verdad oficial afirma que ascienden a 3,548.
La
Ciénaga, sin embargo, está poblada, hoy, por los que nunca fueron sacados de
ahí, por nuevos pobladores y por los que regresaron. Pues, aunque las viejas
casas desalojadas fueron destruidas, los lotes quedaron sin protección.
EL
MITO, ¿PARTE DOS?
Y,
a dieciséis años del primer decreto, el mismo presidente Balaguer emite el
segundo45.
Esta
vez con la rabia del mito‐dogma oficial bailándole de ira en la voz, al
proclamar ante las cámaras televisivas: “El gobierno que presidí hace doce
años, construyó el barrio Las Caobas exclusivamente para los moradores
de La Ciénaga. Las personas fueron trasladadas, pero poco después abandonaron
sus viviendas y optaron por retornar al barrio de La Ciénaga y al barrio de Los
Guandules”.
Y
basamenta su posición de no cejar “un punto, ni una pulgada siquiera” en lo del
nuevo desalojo, en un argumento ecológico que se cae al suelo por simple
posición geográfica: Desde “La Ciénaga, desde Los Guandules, salen los
principales desperdicios, las principales materias de contaminación de los ríos
Isabela y Ozama”.
Pues
ambos barrios no tienen nada que ver con el río Isabela, que les queda mucho
más arriba. Además, como han demostrado todos los estudios serios, la
contaminación principal de esos dos ríos, por no reciclable, es la de “más de
100 industrias” que “vierten sus desechos químicos en ellos”, y no la humana,
fácilmente reciclable.
Y,
ni en La Ciénaga ni en Los Guandules hay ninguna industria de ésas. Todas
quedan antes de la confluencia de ambos ríos, Los Tres Brazos. A un kilómetro,
más o menos, de donde se inicia el primero de esos barrios.

Pero
también, esta vez el presidente Balaguer utiliza la misma táctica del pasado:
enfrentar a los desalojados del Faro a Colón con los de La Ciénaga por la
posesión de los apartamentos de la Ciudad del Almirante, como en el 77 enfrentó
a los de El Ancón con los de La Ciénaga por los de Las Caobas.
¿Quién
se quedará esta vez con la estaca? Porque ahora en La Ciénaga hay más de 10 mil
familias con cerca de 60 mil personas. Y los apartamentos de la Ciudad del
Almirante son sólo 4054. Construidos para alojar a parte de las “más de tres
mil familias propietarias e inquilinas” desalojadas de Maquiteria y el entorno
al Faro a Colón. Algunas de las cuales “llevan tres años esperando sus casas”.
Y
esos apartamentos son solamente para gente “educada” en la nueva discriminación
social que se ha introducido con relación a los desalojados “entre educados y
mal educados”.
*Santiago Hirujo, sacerdote diocesano. Paz a sus restos
Ilustracion de Presenciadigitalrd
No hay comentarios.:
Publicar un comentario