Jacques Viau Renaud, poeta de una Isla y dos pueblos,
nació en Haití en 1942 – 1965, siendo muy pequeño sus padres se trasladaron a
vivir a Santo Domingo, República Dominicana. Autor de un solo libro “ Permanencia del llanto”, publicado después de
su muerte por el Frente Cultural de la Insurrección patriótica de abril 1965.
"Es admirable saber cómo un joven con apenas 22 años, en esa brevedad de
tiempo, pudo lograr toda la profundidad de conciencia de sus pueblos, toda la
historia lastimada que le embargó y a la vez ese desarrollo ético, creativo y
revolucionario. La profundidad de su texto, de sus expresiones singularmente
estremecidas están cimentadas en el marco del legado cultural, poético,
político de un pueblo en su lucha por ser, por no dejar de ser" (José Francisco Jiménez, exdirector del grupo de Poesía Coreada de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).
Jiménez, tomó el libro “Permanencia del llanto” y realizó un montaje escénico con
sus textos, tejidos de la forma peculiar que les presentamos. Del poema 1 al 19
se invierten, se entrecruzan y se organizan y forman un todo para la escena, como un laurel de la inmortalidad tejido por el mismo Viau con sus versos:
PERMANENCIA
DEL LLANTO
Aun
transcurren los días sin que el hombre pueda contra el llanto.
Se
entrecruzan palabras batidas por el viento
y
el amor padece el exilio del hombre.
Los
hijos más jóvenes se lanzaron en pos de la pureza.
Los
padres temieron por el pan de cada día,
han
aprendido a permanecer en la abstinencia.
Ya
no comprenden que la primavera es posible.
Hemos
ido acumulando corazones en nuestro corazón
palabras
en nuestra voz quebrada por azodones
hemos
dejado huellas por todos los caminos
y
algunos de nosotros ya no estamos.
Hemos
ido de manos con las sombras.
Nuestro
andar es un grito estacionado
por
cada paso, un día que transcurre
por
cada palabra, mil palabras que vocifera la prole.
¿Qué
será de nosotros después de esta larga travesía ?
¿En
que preciso momento se separó la vida de nosotros?
¿En
qué lugar, en que recodo del camino?
¿En
cuál de nuestras travesías se detuvo el amor para decirnos adiós?
Nada
ha sido tan duro como permanecer de rodillas.
Nada
ha dolido tanto a nuestro corazón
como
colgar de nuestros labios la palabra de amargura.
¿Porque
anduvimos este trecho desprovisto de abrigo?
¿En
cual de nuestras manos se detuvo el viento para romper
nuestras
venas y saborear nuestra sangre?
Ya
no es necesario atar al hombre para matarlo
basta
con apretar un botón y se disuelve
como
montaña de sal bajo la lluvia.
Ni
es necesario argüir que despreciabas el amo
basta
con proclamar ceñuda la frente
que
comprometía la existencia de veinte siglos.
Veinte
siglos,
dos mil años de combatida pureza
dos
mil años de sonrisas clandestinas,
dos
mil años de hartura para los príncipes.
Ya
no es necesario atar al hombre para matarlo.
La
noche, los rincones, no nada de eso sirve ya,
plazoletas
y anchas calles se prestan bulliciosas.
No
cuenta el asesino con los pacientes, no cuenta el príncipe con los sumisos
todos
han olvidado que el hombre es aún capaz de cólera.
Hemos
padecido y habremos de padecer nuevamente,
todos
los sabemos, y sabemos también que la sonrisa no es nuestra,
que
nunca ha estado en nuestros labios, en nuestras manos.
¿Hay
algún camino que conduzca a la alegría?
¿Hay
alguna ruta desconocida?
No
Todas
han sido halladas por el hombre todas conducen a la alegría.
Tengo
miedo
tanto
y tanto golpeado
tanto
y tanto derrumbado,
hace
tiempo que dura esta marcha, esta búsqueda incontrolable.
Las
madres sintieron el temor por los hijos
la
diestra armada esgrimió su estandarte.
Unánime el corazón del mundo se levantaba.
Unánime el llanto golpeaba las gargantas,
los
hombres marchaban al encuentro con la vida.
No
ha sido posible contener el llanto,
aún
permanece la bestia en el trono
aun
se quiebran las rodillas bajo el sol
y
la prole no adivina que la morada es suya.
Callamos
nos
doblegamos
y
un rumor de patria que se quiebra,
de
espaldas combatidas
de
hembra que se corrompe
nos
golpea
todo
ha sido falseado por los hombres de odio abundante
todo
ha sido traducido en llanto.
¿Qué
ha sido del hombre?
¿Qué
ha sido de la vida en esta tierra?
Nada
ha permanecido tanto como el llanto
¿Qué
ha sido del hombre?
¿Qué
ha sido de su morada y de su prole?
Unánime
el corazón del mundo se levantaba,
tocaba
las cimas.
La
diestra armada esgrimía su estandarte ,
esgrime,
golpeaba,
golpea,
la
vida se precipita.
Que
los hambrientos comprendan que la vida les pertenece
que
el callado plañidor de las calles edifique
con lo que nunca sus manos han tocado,
que
el viento socave el armazón del llanto.
Es
preciso que el silencio deje de secundar nuestra voz
que
las sombras depongan su hostil armadura ante la vida.
Milenarias
voces fatigadas levantaban un clamor
toda
la genealogía de la tristeza combatía por la pureza
muchos
antes que nosotros empujaron la barca
otros
después de nosotros continuaran empujándola.
No
hemos sido los primeros,
no
seremos los últimos ciertamente,
pero
somos lo que del hombre no ha cesado de ser.
Los
niños apretujaban su inabordable tristeza,
sus
rostros domeñaban los corceles,
más
la maquina arremetía
como
reconquistar la vida para el hombre?
Toda
la adolescencia de la tierra concurría al
encuentro
con la vida.
Y
un olor a pureza machacada abundaba en el viento.
No
habido tregua, toda la prole acaricio la sangre
en los
rostros amigos que apetecían la vida.
Nada
ha dolido tanto como el llanto,
hemos
sido testigos del esfuerzo de unos brazos
del
hombre que mordiera el pavimento gritando la
palabra
redentora.
El
hombre no ha nacido para morder el polvo,
ni
para silenciar la palabra
no
ha nacido para contemplar el llanto,
sino
para hacerlo grito,
arma
que rompa los muros del dolor difundido.
Habrá
que buscar fabricantes de la muerte,
habrá
que golpear, aunque sea sin manos.
Gritar,
aunque sea sin voz contra los que difunden el llanto
y
guardan la sonrisa.
El
hombre no ha podido reír, le ha tocado tan solo morder el polvo.
Mirad
el corazón del hombre, es un puñado de sangre bajo el cielo.
Mirad
el corazón del hombre, es una estrella postrada sobre
su propia sombra.
Miradlo,
es una lágrima que corre sobre raíles enmohecidos
mirad
el corazón del hombre, es nudo de ira atrapado por la sangre.
Hombre,
he aquí tu rostro
Mujer,
he aquí tu carne
Joven
corajudo, he aquí tu tumba recién cavada.
Oh,
pobre muchacho, no dejaste tu semen frutecido en la tierra:
no
te dieron tiempo, pero no importa ...
yo
me declaro tu hijo y en tu nombre elevaré mi voz
porque
en mi nombre sellaron tus labios.
Dulce
la tierra que protege la disgregada muchedumbre de
células que tu animaste
y por sendero marcado por los
glóbulos
edifican pesados silencios para los que aun permanecen.
Ahora
no se dónde encontrarte,
si en la luminosa trayectoria de
las lunas dormidas
o en la impenetrable dureza de las sombras.
Quizás
hayas dejado recuerdo hecho piedra
donde puedan mis manos
de tiempo en tiempo acariciarte el rostro anochecido.
¿Porque
hubo llanto en tu vida?
Tus
ojos y carne chorreaban lagrimones como para ahogar muchedumbre,
como para lavar al mundo.
Cada
lagrima tuya abría nichos en la tierra,
soles terrenales fragmentaban
voces de recobrada dulzura.
Escuchad,
amigo lo que mi corazón proclama en silencio,
que
recopila recuerdos y anuda miles de voces.
Escuchad
este clamor hombre de testa sombría
donde
crecen flores y plantas oscuras,
donde la savia reconstruye
la trayectoria de la sangre.
Escuchad,
amigo mío, de esta permanencia de luces y sombras,
de
combates que nunca se deciden,
de ideas y retornos
de
este lento trascurso de sollozos del recobrado clamor de los
hombres,
todos reclamados para discutir tu palabra,
levantar
osamentas y cavar fosas para nuestros muertos grandes.
Escucha,
debes escuchar,
es tuyo este silencio que subleva ruidos,
que
adormece desde nuestras manos naciendo.
Tuyo
estos corazones que albergan la herencia,
tuya
esta permanencia del coraje,
tuyo todos estos brazos y piernas
y bocas y ojos
que quieren multiplicarte, que quieren reconstruirte,
recobrarte
con lágrimas y palabras y quejidos .
Escucha,
debes escuchar,
desde tu momento de enmudecido pregonero
inalterable presencia de las sombras.
Escucha
lo que de ti guardaron ecos,
lo que de nosotros no pudiste llevarte.
No
volverás,
no,
no volverás
No
retorna el viento con las palabras pronunciadas,
esta mudado,
mudado
de belleza,
mudado de tristeza,
en definitiva,
permanencia
de los siglos establecidos.
¿Quién
predijo que los hijos de la tierra rencor anidarían en el corazón?
¿Quien
supuso la existencia del moho cunando fuimos congregados para
hablar del amor?
¿Quien
predijo, pero quien, el nacimiento de estos hombres a
la pura permanencia en pleno día,
ante todos nosotros que ahora sollozamos,
ante todo nosotros que ahora nos interrogamos.
Escucha,
debes escuchar,
amigo,
hermano,
camarada de la dura jornada,
es tuyo este clamor de hombres mudos gesticulando,
de
mujeres vendadas difundiendo ternuras,
de lámparas sin gas parcelando
la luz.
Aquí
hace tiempo la vida viene mutilándose
se
escuda en las cunas
padece
en los hospitales
Y
se va repitiendo.
Se marcha.
Retorna.
Avanza.
Prostitutas
hermosas como caracoles abundan en las calles.
Vagos
que acechan el paso de la pureza.
En
los palacios,
en las asambleas,
corazones muertos proclaman
la necesidad del silencio.
Nada
habremos de aprender de los lictores que enmudecen.
Nada
arrancaremos a los hombres de frac que
no sean rosas muertas.
¿Como
levantar los muertos en una insurrección de sombras en
contra de la muerte?
¿Como
edificar la vida en estas latitudes del odio?
Se
dilata la urbe y la alegría se contrae.
La
ciudad esta desnuda.
Desnuda de palabras,
desnuda
de hombres con vigor en las venas.
Abundan
cazadoras nocturnas y vagos sin ley mi palabra.
¡Ah!
Y niños que deambulan asombrados
cabecitas
despeinadas aprendiendo la noche,
preguntando
a los ancianos el nombre de las constelaciones,
miradas
dulces como de estanque,
sin
larvas ni musgo, sin naufragios.
Todo
esto por las calles.
La
vida,
el cieno,
la pureza.
Entonces
...que nadie alegue ignorancia.
El
hombre estuvo a nuestro lado con su grito a cuestas.
Los
que no vieron que padezcan por no haber visto.
Los
que no escucharon que padezcan por no haber escuchado.
Los
que no han padecido que padezcan por no haber padecido.
Adviene
el tiempo de la siembra,
es preciso limpiar la
tierra de la cizaña.
Hablo
del abastimiento que se cumple en nosotros,
de
lo que no ha sido por culpa de nuestro silencio,
de lo que ha
muerto porque nuestro corazón no quiso emprender la marcha.
Hablo
ahora para todos
del agobio que se cumple en el abatimiento de
la luz en la morada del hombre.
Nos
encerramos en nuestra anatomía,
tapamos nuestros poros para
que ni el aire saboreara el poco de luz heredado.
Hemos
pagado caro nuestro miedo de morir.
Hemos
pagado caro nuestro derecho de estar solos,
a
o sentir y a no ver,
a no escuchar siquiera.
Hoy
cuando en nosotros se cumple la quebradura del canto
aprendemos
lo que cuesta abandonar al hombre.
No
supimos ser comensales del fuego
y hemos sido comensales
del llanto.
Hemos
pagado caro nuestro orgullo
ya
no son más que sombra y polvo los que establecieron la
posibilidad del canto.
Hemos
pagado caro nuero miedo de morir.
Ganamos
una muerte más dura que la tumba.
Crecemos
abatiendo corazones
y a medida que nos
alejamos de los lugares comunes,
crece
la herida que heredamos de nuestros padres
y de
aquellos que no fueron nuestro padre.
Ahora
debemos levantar la lumbre con nuestras manos
hechas
para quemarse,
derrumbar las alambradas hechas para dividirnos
y devolver al niño su palabra de niño,
sus juguetes de niño:
Nada
de acorazados infantiles, ni de espaldas reducidas.
Flores
para su frente y colores para burlar el sol
y cantos
y sonrisas para
que las difundan,
para que disminuya la fatiga del padre,
para
que contenga la lagrima de la madre que hila.
Nada
poseemos y sin embargo podemos modelar.
Hombres
vuestras manos tiznadas de negro carbón humanizado,
golpea
la dureza del tiempo trascurrido.
Hombre
hay rumor de quebradura en los huesos,
polvo
naciendo en nuestro cuerpo,
de
nuestro cuerpo como de sumergida sal.
Hombres
dejad vuestros nombres en el libro del llanto
derribad
las pirámides levantadas con sangre,
negad
con las manos tiznadas,
con la palabra combatida
antes
de que el polvo se desprenda del corazón.
El
viento apaga las ascuas de nuestro cuerpo,
revienta
nuestros labios,
arranca
nuestro pelo hebra tras hebra,
y las va juntando,
y
las va atando hasta hilvanar una larga palabra que
entumece los oídos.
Aún
hay tiempo de decir la palabra ...
Hombre
apresúrate
asume
la herencia sin temor,
levántate.
Di
la palabra,
hazte ciudadano del mundo,
asume
su dolor,
su llanto,
sé sufragante de su estatura,
aún
hay tiempo,
di la palabra:
Que
los hambrientos comprendan que la vida les pertenece.
Que
el callado plañidor de las calles edifique con lo que nunca sus manos
han tocado.
Que
el viento socave el armazón del llanto.